Una porción de tierra gris del norte

... Blanquísima su presencia.


Sus temblorosos dedos
Buscaban en las hojas de un libro el femenino del ojo.


Más allá de lo escrito o lo nombrado
No hay más bondad que la que emana de la inteligencia
Lo que tomó fuerza en nosotros cuando la incertidumbre.
Cuando en la incertidumbre
En la enumeración caótica
Reunidas las palabras que componen el discurso
Los caracteres se van formando.


Del universo es el mar una sombra
Una luz temblorosa en la piel
Una línea que sueña
La unidad febril premonitoria
En el espacio creado para la música

En el cambio de súbito el lugar se convierte
De su materia indemne la luz
Un territorio transgredido por la poesía
Un poema abierto in situ en la memoria
Como la voz que disfruta en el proceso elaborada En el calor humano
En el ánima
En todo lo habitable
Como el amor embriagado de proximidad.


El valor de su acción transmitida
Que aflora en lo que está oculto.


Del placer concertado
Nosotros
Los que somos cómplices
"No amamos porque tengamos el hábito de vivir
Sino porque estamos habituados a amar".


Anda Ven Bendice Canta Cuéntame.
Haz tú de mí
Si celebrado el concierto me identifico
Aprenderé a saber



Seré suave y sensible
Traslúcido en el color
En el placer acaso
Tembloroso y lírico en la visión.


Cuando se habla de ti
Un sentimiento ingrávido recorre el ambiente.
Escrupulosamente delicada
La belleza crece por intuición.
Liberado de sí De su yo impreciso
El sujeto extrañado de su territorio canta y deduce
Que de un conjunto de sonidos se forma el arpegio
La memoria ante el blanco acude con presteza y corrige el compás En la orilla la línea divisoria.



Del azul febril que proyecta
Del ojo que me persigue imagino la flauta
La llama prestada
Los reflejos
La cadencia en la acción El ritmo.


En la visión creciente la belleza actuando silábica
Haciendo lo que hice yo tantas veces en tanto papel concluso


¿Es el verbo tal vez la tristeza?
En la luz la materia también se envilece.


El misterio es el número.


Del proceso advertido su presencia en su actitud sin tregua
Sucinto en el periplo de lucidez
En el ambiente unánime de sentir
Las palabras que cantan como el número exacto que nos habla.


Las palabras que cantan
Cuando a la vez en el espacio ausente sonámbulo
Que al despertar el fenómeno de un deseo expresado
En el inicio como en el desarrollo
Restaurando el alma en su estado original.


Sólo somos nosotros entonces
Presuntos en la hora
En el inicio de un ciclo liberal
De un pensamiento que mora en la tristeza
Que se ensancha en la fuga
Convicto en el placer
En su ansiedad el otro.

En el número diez de la calle en que vive se aventaron las aves
Y se declaró innúmero en el evento el edificio


Sólo el rumor del fenómeno que nos acontece se hace culpable
Y edifica en el aire la sospecha.


Fugitivo de los que aún perdura
Permaneció inmóvil como la estatua ante el milagro
El amor trémulo en su venturosa anchura.


El sentimiento prolongado en vano en el eco
Ora en esa hora
En el instante mismo en que se sucede
Simulando en su expresión el deseo
En esa hora íntima de estar
De ser el índice de nuestros sueños
Sin saberse allí contemplado.


Persuadido de su fuerza en el espacio augural de un tiempo
Detenido en su estancia
Su energía
La lucidez que se pierde en la consideración de un valor sin destino Cuando de mí se trata.
¿A dónde puedo ir?



Si despierto en la duda me pregunto
¿Hacia donde?
¿Dónde puedo encontrar al hombre que hoy ha olvidado mis palabras?


Coronado en la cumbre en su función capaz
El sentimiento se trasluce originario
De una infinita sed de ser en sí mismo
De su hallazgo el temblor
Su vaporoso aliento
La humedad transitada.

Alicia

He venido a verme. Quiero salir y no puedo entrar.
Paso de lado simplememe y no me llaman.
Y veo a Cátin. La ciudad en sus números y la luz. La calma.


Era en un sexto de un seis de una calle que arrancaba del centro
Una distancia que sólo se conocía por teléfono
Y vino un desconcierto. La calma. Vino la calma.


La calma y mirarás. La mirarás decía
Y sus ojos tenían la precisión táctil de su boca
La calma. Vino la calma.


Y Alicia había declarado al mar calamidad sentimental
Y en el interior había vibraciones incrustadas
Manchas que se reproducían en latidos
Y se esparcían manifestantes y mu1titudinarios por los escaparates
Donde permanecían horas y días
Con la cabeza apoyada en los cristales.


Alicia tenía la sonrisa. La alegría del que pierde la respiración
Alicia era una mujer que se confundía en principio
Desde la primera escalera de un sexto izquierda
Un séptimo izquierda que arrancaba del centro
Una distancia que sólo se conocía por teléfono
O a través de sus gemidos en el estado íntimo de su soledad.







Y en la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza
Alicia buscaba alivio
Alicia había quedado sola
Porque las lunas de los escaparates estaban todas ocupadas
Y no había ni un milímetro para apoyar su frente.


En los grandes edificios habían puesto andamios
Y en la parte de la ciudad alta
Todas las ventanas estaban ocupadas
Por los delirantes que tenían las frentes agujereadas.


Los hombres estaban suspendidos en el aire
Sobre los andamios con las frentes inclinadas en las ventanas.


Alicia fue a apoyar su frente a los stops
A los coches que habían quedado aparcados
Y los coches estaban también ocupados
Y las ventanas de los coches Los cristales
Estaban pegados en los frentes que deliraban de dolor.


Alicia fue a refugiarse en la púrpura de los ángeles
Y la púrpura de los ángeles estaba pegada en la frente dolorida
de los místicos
Y fue a buscar la cera de los laboratorios eclesiásticos
Y no había solución














La ciudad de cristal del arquitecto de Suiza
Estaba totalmente ocupada.
Alicia anduvo recorriendo toda la ciudad
Y fue a los stops y a los anuncios publicitarios
Y todos los anuncios
Y los stops
Y la luz piloto de los coches
Estaban ocupados por las frentes que deliraban de dolor.


Alicia fue a ver los ojos abiertos de los animales muertos
Y los ojos abiertos de los animales muertos
Estaban ocupados por las golondrinas
Que se apoyaban contra el ojo derecho de los animales muertos
Del interior de la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza.


Alicia fue a la estación
Donde estaban los coches de los ferrocarriles
A ver si había una posibilidad.


Mirar si había una rendija de luz
Que se introdujera por debajo de las puertas de los trenes
Para apoyar su frente
Pero no era posible
Porque aquella luz que bajaba por debajo de las puertas de los trenes Estaba ocupada por las frentes de los animales







Que antes se habían nutrido de los enfermos neurálgicos de los trenes.
Que viajaban a la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza.


Alicia andaba sola
Y se perdía buscando un espacio en las ventanas
En las lunas de los museos
En los escaparates
Y no había ni un minuto para apoyar sus latidos
No había llanto
Y no era posible inclinar la cabeza sobre la humedad de una lágrima.


No eran posibles los extraordinarios Las horas fuera
En los relojes no había siquiera una hora
Que penetrase contra el punto neurálgico de la cabeza
Habían desaparecido los pinchazos exteriores
Para luchar contra el dominio interno de la cabeza.


Pero ahora ya no hay nadie en los andamios
Nadie está con las frentes en las lunas de los escaparates
Ya no hay más frentes acariciando la púrpura de los ángeles
Ya no hay más gente rociándose la frente
Con la cera derretida de los laboratorios eclesiásticos


Ya no hay más
Nadie
Nadie está mirando a los altares













Aproximando la frente a los monumentos
Nadie está suspendido en esta ciudad.


Nadie está de pie buscando el frío de los escaparates
Buscando el frío el viento de las alturas por el cráneo
Nadie
Absolutamente nadie.


Porque todos los que estaban suspendidos
En la ciudad de cristal del arquitecto de Suiza
Habían descendido
Se habían desplomado contra el suelo boca abajo
Y habían desocupado todas las estancias
Y sucedía entonces que por el suelo no se podía andar Porque el suelo estaba repleto de bocas boca abajo
Y el espacio aéreo fue ocupado por otras formas de animales.